miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ella, maldita alma

ELLA, MALDITA ALMA.

ELLA, MALDITA ALMA es uno de esos relatos intimistas que obligan a sus lectores a reflexionar. Podríamos decir que el alma es la verdadera protagonista de un cuento que ahonda en el caos humano cuando nos enfrentamos a nuestra propia conciencia. Por ello, creo que el alma, aún teniendo presente los intentos por definirla que se hacen en el libro, no es más que el punto que se sitúa entre la conciencia y nuestros sentidos y que nos desorienta y descoloca en el mundo haciéndonos ser desconcertantes, sentimentales, complejos y, a fin de cuentas, humanos. El título se convierte en una queja dirigida a ella: el alma es la responsable de que nos preguntemos por aquello que está más lejos de lo que sabemos, la que crea el conflicto entre lo que queremos y lo que debemos ser.
Partiendo de este punto, el cuento de Manuel Rivas inscrito en la obra Ella, maldita alma, se vale de todos los recursos posibles que la narración permite para crear un cuento en el que se condensa toda una lluvia de ideas del personaje principal. Su pensamiento, sus acciones y sus relaciones con los demás serán contados por una voz que es ajena pero que conoce las acciones de sus personajes y hurga en sus pensamientos. Es un narrador omnisciente, impersonal, que adopta en cada momento el punto de vista de un personaje concreto y que, gracias a ello, nos otorga una visión panorámica del relato.
Son ocho los personajes que aparecen a lo largo de la narración. Sin embargo, la escasa importancia de algunos de ellos nos obliga definirlos de forma menos detallada. El personaje principal no cabe duda de que es Fermín. De él parten las historias que se narran y con él asistimos al caótico mundo del alma. Es sacerdote pero se niega a seguir los pasos de una Iglesia guiada por la corrupción y el poder; es hombre pero le cuesta aceptar que ama a una mujer; es sensible con los conflictos del mundo pero es incapaz de llorar por la muerte del marido de Ana; es luchador pero se acaba rindiendo y volviendo a su rutina. El miedo al final le vence. Las piedras que se amontonan tras la catedral de Vetusta son las que le hacen plantearse qué es el alma. Su reflexión le hace volver la mirada hacia la memoria. Si Julio Llamazares veía al niño Julio a través de unas fotografías que guardaba su madre en una cajita de latón; Manuel Rivas pone a su personaje frente a unas piedras que le devuelven al joven Fermín amante de los libros de aventuras que prohíbe el Seminario. La búsqueda del recuerdo, en cualquier caso, no es más que la sucesión caótica de imágenes. Es así como actúa la memoria: buscando los recovecos que se quedan grabados sin saber por qué y que afloran en momentos decisivos de nuestra vida.
Ana es el segundo personaje, es “el dardo” que quiebra la estabilidad de Fermín y que le lleva a describirla bajo los versos del Cantar de los Cantares cuando la ve. Es, poniendo en la terminología de nuestro relato, el “alma gemela” del personaje principal aunque su pensamiento no lo conozcamos.
El tío Jaime es el personaje que choca con Fermín. Su visión de la vida es determinante para que el protagonista se dé cuenta de su cobardía. En el lecho de muerte, el tío Jaime confiesa a su sobrino que mató a muchos hombres pero que sólo recuerda con nitidez a los que mató de su propio bando. No es una confesión que exija perdón sino más bien la necesidad de justificar que los mató porque veía que disfrutaban matando a los demás. En la guerra todos matan pero cuando no es por supervivencia sino por ambición es intolerable. El mismo personaje cuya alma “es el punto de mira de un fusil” le hace darse cuenta de la importancia de ser capaz de dar la cara en los momentos decisivos de la vida. Fermín se hace consciente de su propia cobardía.

La confesión de Jaime le dejó trastornado. Estaba pagado de sí mismo, pero no tanto como para ignorar la amarga burla que contenían sus palabras. En el lenguaje de su tío, ser tonto era ser cobarde. Si eres bueno, Fermín, venía diciendo, es por tu cobardía y no por tu valor. Tu bondad empieza donde tu miedo.

El Padre Escolano es otro de los personajes que se suceden a lo largo del relato. Sin embargo, su importancia tan sólo radica en el hecho de ser él el que prohíbe los libros de aventuras a Fermín. Su figura viene al final comparada con la del tío. Ambos son los que se enfrentan violentamente a la vida y los que se erigen enemigos de los sueños y la imaginación.
Xistra, la pelirroja con la que le relacionan mientras está en los Ancares; Isaac, el hijo de Jaime; y Mundo, el responsable por su comentario (“Tenemos un buen cura, señor obispo. Lástima que no esté capado como los bueyes”) de que a Fermín le cambien de destino, son tan sólo personajes secundarios que nos aportan nuevos datos de la figura principal.
Los personajes se mueven en un espacio concreto y real. La referencia a Vetusta y los Ancares permiten situarnos en Galicia. No es rara esta predilección por las tierras gallegas del autor; sus obras abundan en referencias que muestran esa dignificación y ese amor por su origen. Si esos dos lugares nos dan el espacio referencial de parte del cuento, también es verdad que el lugar donde actualmente es sacerdote y donde está Ana y el Seminario nos son desconocidos. De la misma forma, no encontramos ningún acontecimiento histórico en el cuento que nos permita relacionarlo con un tiempo determinado. No es relevante puesto que los distintos saltos temporales muestran la imprecisión con que los recuerdos aparecen en nuestra memoria, sin orden ni exactitud. De esta forma, los continuos flash back se suceden en la narración como técnica predominante. El presente desde el que habla Fermín se encuadra en el funeral de su tío y en la visión de las piedras que se amontonan tras la catedral, lo demás es pasado, lejano o no, pero necesario para entender ese presente de reflexión y desconcierto. De la misma forma, podemos entender que hay anticipación pues en el principio se nos aportan datos que comprendemos como relevantes cuando llegamos al final del relato. El cuento como tal exige narrar en pocas líneas una historia. Necesita por ello, concentrar mucha información en pocas palabras y valerse, claro está, de otras técnicas. En este caso, el autor prefiere un tempo rápido en el que pueda contar distintos acontecimientos que se suceden en el tiempo. Eso provoca en ocasiones que se formen lagunas: no llegamos a saber qué pasó en la noche con Ana, aunque se sobreentiende, o cómo llegó al lugar donde conoció a Ana.
Este espacio y este tiempo también guardan relación con el personaje. Fermín se ve afectado por ambos en cuanto su evolución está condicionada por el tiempo que transcurre y por los lugares donde se sitúa. El Seminario, de esa forma, le quitó la lectura de los libros de aventuras y con ello, el derecho a imaginar; su nuevo destino le guió hasta Ana, la otra mitad de él mismo.
Si bien es cierto que conocemos en profundidad el pensamiento de Fermín, también es verdad que no se nos cuenta por medio de su voz sino que existe un narrador en tercera persona del que ya antes hemos hablado. Este narrador impersonal nos introduce a todos los personajes pero sólo en cuanto a la relación que tienen con el principal. Tan sólo conocemos el pensamiento y los deseos del sacerdote; los demás adquieren dependencia y sólo importan en la medida en que atañen al principal. De ahí que Ana sea de ellos, la que más se cita.
El pensamiento es caótico, desordenado, confuso. La estructura del cuento tiene que seguir este mismo patrón para mostrar con más precisión cómo los recuerdos que más nos atormentan vienen a la mente de forma ambigua e involuntaria. Podemos distinguir tres partes pero el orden no lineal de la narración no nos permite darlas un patrón fijo o un seguimiento concreto; quedémonos con plantear una evolución que nos permite pasar del más absoluto desconocimiento hasta la comprensión a través de los recuerdos de un personaje, de los deseos ocultos del mismo. Por ello, las tres partes en que podría dividirse el relato seguirían este orden:
En primer lugar, tendríamos algo similar a una introducción. El narrador nos muestra al personaje frente a las piedras de Vetusta, esas piedras afines a su alma que le hacen recordar una serie de acontecimientos de su vida. En el momento en que nos introduce a Ana, al final del quinto párrafo, entramos en el nudo del relato.
En segundo lugar, por tanto, encontramos el centro de la narración. Se suceden distintos planos temporales en los que nos encontramos con los recuerdos de hechos determinantes en la vida del protagonista, desde su entrada en el Seminario hasta su nuevo grupo de feligreses. Es la parte del relato más extensa y en la que se condensan más hechos.
Por último, tenemos el desenlace de nuestro cuento que incluye los seis últimos párrafos. En ellos entendemos el porqué de esa incontrolable lluvia de idea en la mente del protagonista. Ana es la única que quiebra su estabilidad. Con ella sucumbe al deseo y gracias a eso logra entender lo que mejor define su alma: las piedras amontonadas tras la catedral.

CONCLUSIÓN.
Nuestro cuento no dista mucho de otros cuentos de Manuel Rivas en cuanto a los temas y la estructura. El gusto del autor por introducirnos en la mente de los personajes ya aparece en muchas de sus obras y aquí se ve claramente cuando escarba en el mundo interior de Fermín. Se intenta ante todo situar al lector en la zona de misterio que gobierna al ser humano, pero también rellenar los cráteres de la memoria.
Por otra parte, la palabra responde ante todo a una actitud ética. El propio Rivas es un autor comprometido no sólo en sus obras sino también en sus acciones. De esa forma, no crea personajes maniqueos sino personajes que fluctúan entre lo que quieren y lo que creen poder obtener. Fermín se deja llevar por su deseo, pero vuelve de nuevo a desempeñar su oficio. De la misma forma, no sigue los patrones de una iglesia anclada en el pasado sino que propaga un cristianismo con el cual se siente fielmente comprometido.
Manuel Rivas sustenta sus obras en tres pilares: el derecho a imaginar, la necesidad de contar y la obligación de recordar. Los tres aparecen en nuestro relato cuando accedemos a la mente del personaje mediante la 3ª persona. No podemos olvidar lo que nos ha formado como personas ni tampoco las acciones determinantes que cometimos en un determinado momento. El tío Jaime necesita antes de morir contar que mata a varios soldados de su bando; Fermín necesita recordar y reflexionar sobre lo que quiere. De la misma forma, la imaginación es imprescindible en el hombre. Sin la imaginación, el mundo se quedaría sin sueños ni objetivos. Fermín es atacado por llevar los libros de aventuras al seminario pero no deja de imaginar a lo largo de su vida.


BIBLIOGRAFÍA

RIVAS, MANUEL; Ella, maldita alma, Madrid: Punto de lectura, 2006.

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